Desde aquel día de las elecciones, cuando Riquelme se abrazó con miles de fanático, festejó con los suyos y luego se confirmó que ganó junto a Ameal, se empezó a sentir el olor a sentido de pertenencia. Román le devolvió al Club algo que se escapó en los últimos años. Y en este mercado de pases que transcurrimos, se nota.

Las decisiones del último diez, pueden ser aceptadas o no. Pero él, como bandera de la gestión, se encargó de transformar - con el tiempo - en un Boca donde están los que quieren estar. Desde la infinidad de cuerpo técnico por las inferiores que saben lo que es nuestro mundo, hasta jugadores que desean transpirar esta camiseta. Ni hablar del DT que hoy está al frente del plantel: el más ganador de nuestra historia.

Hace poco más de una semana, se abrió una nueva ventana de transferencias, en el cual nuestro fútbol siempre sufre varias altas y bajas. Sobre todo, por la inconstancia de nuestro país y lo difícil que es mantener un plantel en el tiempo. No solamente por lo económico, también por lo deportivo. Pero está vez, en la Ribera se vive diferente.

Aquellos que saldrán, que serían los menos, es por no tener continuidad o el lugar deseado. Pero la base fuerte del equipo, aquellos que son el recambio habitual, seguirán vistiendo la casaca Azul y Oro. Como el dicho de la jerga futbolística: el mejor refuerzo es que no se vaya nadie. Y nadie se quiere ir. Ni el propio Salvio, que se le vence el contrato en 30 días está dispuesto a escuchar la oferta de la dirigencia y seguir en el Club de sus amores.

Con varios caudillos como Izquierdoz, Rojo, que ya estaban, o mismo Benedetto y Pol que regresaron y saben bien lo que es defender el club más grande de argentina, el grupo está sólido. Se tocó los lugares y las piezas justas, en el mercado anterior. Hay juventud y experiencia. Hay variantes por puestos. Hoy no hay una imperiosidad por traer algún refuerzo. ¿Se puede sumar alguien? Sí, claro. En Boca el conformismo no existe. Pero será un mercado silencioso, a fuego lento.